El otro Domènech i Montaner

Domènech i Montaner fue uno de los máximos exponentes de la arquitectura modernista, junto con Antonio Gaudí y Josep Puig i Cadafalch. Al mismo tiempo, tenía otras muchas facetas más desconocidas que lo convierten en una figura poliédrica fascinante.

También fue un gran divulgador del arte románico, profesor en la Escuela de Arquitectura y un político destacado de su tiempo. Participó en la fundación de la Unión Catalanista que presidiría en 1892, con Enric Prat de la Riba como secretario, y también fue diputado en el Congreso.

Su implicación en el catalanismo cultural de la época lo llevó a presidir el Consistorio de los Juegos Florales en 1895 y ser socio del Ateneo Barcelonés, que también presidió durante siete años.

 

Obras con conocimiento de causa

Según su biógrafo, Domènech i Montaner consideraba que edificios como la Alhambra de Granada y la Sainte Chapelle de París eran los mejores del mundo. Su tenacidad y perfeccionismo lo llevaron a hacer un largo viaje por Europa para conocer las últimas innovaciones del mundo hospitalario antes de empezar el proyecto del hospital de Sant Pau. De este periplo sacó la idea de dividir el centro en varios pabellones independientes para evitar la propagación de enfermedades infecciosas.

Gran apasionado de la historia y experto en heráldica, el arquitecto usó sus conocimientos en la aplicación de la ornamentación de sus obras. Él mismo diseñó el mosaico que decora los laterales del Pabellón de la Administración y los escudos del Recinto Modernista de Sant Pau.

 

Implicación laboral total

El periodo entre los años 1897 y 1910 fue muy estresante para Domènech i Montaner, puesto que en esta época compaginó la construcción del hospital de Sant Pau, el Palau de la Música Catalana y la Fonda Espanya mientras también proyectaba las casas Lleó Morera, Thomas, Fuster y Navàs, entre otros proyectos. El resultado: los médicos le aconsejaron evitar las situaciones tensas para no volver a sufrir un ataque al corazón. Así se lo confiesa el propio arquitecto al presidente del Orfeón Catalán en una carta.

El compromiso ineludible con el trabajo de Domènech i Montaner se hace también patente con esta anécdota. Cuando hacía los trayectos en tren entre Barcelona y Canet de Mar durante el verano, siempre viajaba en segunda clase para no encontrarse con nadie conocido y aprovechar los trayectos para trabajar. Hay que recordar que viajaba a menudo entre las dos villas, puesto que tanto la familia materna como la mujer de Domènech i Montaner eran de Canet y pasaban largas temporadas en esta villa del Maresme.