Desde el extremo sur del Principado hasta la frontera francesa, el Mediterráneo será el eje conductor de esta ruta multicolor, bañada por los azules del mar, los verdes de los boques, los blancos y los marrones de los pueblos, y los innumerables colores con que se tiñen las playas a lo largo del recorrido.
Al salir de Ulldecona nos dirigiremos hacia la costa, que nos llevará hasta el delta del Ebro, refugio internacional de fauna y flora, además de tradicional zona de cultivo de arroz y de marisco. Las infinitas playas de la Costa Daurada se suceden una tras otra, interrumpidas únicamente por la silueta del Dragon Khan, hasta llegar a Tarragona, antigua capital romana de Hispania.
El castillo de Tamarit señala el inicio de vastas playas y de una retahíla de pueblos y puertos hasta el macizo de Garraf y Sitges, cuna de “indianos”, que aún conserva los restos de un pasado artístico y de una vida bohemia y festiva. El delta del Llobregat será el contrapunto natural y plácido a la trepidante vida de la ciudad de Barcelona, punto central de esta ruta.
Las playas continúan a lo largo del Maresme, salpicadas por localidades de carácter marinero. La travesía del río Tordera nos indicará la entrada a la Costa Brava, donde montaña y mar se abrazan, y los árboles se bañan en los parajes más espectaculares. Siguiendo una carretera sinuosa dejaremos atrás Palamós y las calas de Begur para adentrarnos en la llanura del Empordà y sus pueblecitos medievales bordeando el macizo del Montgrí.
“En Empúries, uno de los primeros asentamientos griegos de la península ibérica, nos reencontraremos con el mar antes de cruzar el parque natural de las marismas del Empordà y encaminarnos hacia Llançà. A partir de allí, otra carretera sinuosa nos conducirá a Portbou, durante muchos años puerta de entrada a Europa y punto final de esta ruta.
Desde el extremo sur del Principado hasta la frontera francesa, el Mediterráneo será el eje conductor de esta ruta multicolor, bañada por los azules del mar, los verdes de los boques, los blancos y los marrones de los pueblos, y los innumerables colores con que se tiñen las playas a lo largo del recorrido.
Al salir de Ulldecona nos dirigiremos hacia la costa, que nos llevará hasta el delta del Ebro, refugio internacional de fauna y flora, además de tradicional zona de cultivo de arroz y de marisco. Las infinitas playas de la Costa Daurada se suceden una tras otra, interrumpidas únicamente por la silueta del Dragon Khan, hasta llegar a Tarragona, antigua capital romana de Hispania.
El castillo de Tamarit señala el inicio de vastas playas y de una retahíla de pueblos y puertos hasta el macizo de Garraf y Sitges, cuna de “indianos”, que aún conserva los restos de un pasado artístico y de una vida bohemia y festiva. El delta del Llobregat será el contrapunto natural y plácido a la trepidante vida de la ciudad de Barcelona, punto central de esta ruta.
Las playas continúan a lo largo del Maresme, salpicadas por localidades de carácter marinero. La travesía del río Tordera nos indicará la entrada a la Costa Brava, donde montaña y mar se abrazan, y los árboles se bañan en los parajes más espectaculares. Siguiendo una carretera sinuosa dejaremos atrás Palamós y las calas de Begur para adentrarnos en la llanura del Empordà y sus pueblecitos medievales bordeando el macizo del Montgrí.
“En Empúries, uno de los primeros asentamientos griegos de la península ibérica, nos reencontraremos con el mar antes de cruzar el parque natural de las marismas del Empordà y encaminarnos hacia Llançà. A partir de allí, otra carretera sinuosa nos conducirá a Portbou, durante muchos años puerta de entrada a Europa y punto final de esta ruta.
Lugares que te harán dudar qué camino es mejor para visitar