Desde la Costa Brava hasta la Terra Ferma, el interior de Cataluña ofrece una increíble variedad de paisajes, alternando montañas y llanuras, salpicadas por pueblecitos y ciudades medias que, a lo largo de los siglos, han configurado y marcado el carácter catalán.

Desde las montañas marítimas de Begur nos adentraremos hacia el Empordà y sus pueblecitos medievales antes de atravesar Les Gavarres en dirección a Begur. El curso del Ter nos llevará hasta el pie de Les Guilleries, al sur del río, territorio rico en secretos y leyendas que cruzaremos por Sant Hilari Sacalm –la villa de las cien fuentes– y el emblemático pueblo de Espinelves. Si no, podremos acercarnos al Vall d’en Bas para cruzar el Collsacabra, el macizo al norte del río, atravesando el collado de Condreu y deteniéndonos en las calles empedradas de Rupit.

Al bajar de Les Guilleries o del Collsacabra, entraremos en la llanura de Vic, que ya albergaba importantes asentamientos humanos en la época de los iberos, antes de dirigirnos hacia el altiplano del Moianès y la sierra de Sant Llorenç del Munt i de l’Obac, con el característico pueblecito de Mura.

Manresa, casi en el corazón geográfico de Cataluña, nos dará acceso al valle del Llobregat, que a su vez nos guiará hasta el pie de Montserrat. Bajaremos del macizo por su ladera oriental hasta Igualada, que durante numerosos años fue un importante núcleo industrial del curtido de pieles.

La parte alta de la Conca de Barberà nos abrirá las puertas del valle del río Corb, tierra de cereales, de olivos y del pueblo medieval de Guimerà. Por último, cruzaremos el canal de Urgell en Arbeca, antes de dirigirnos hacia Lleida, desde donde podremos observar las espectaculares puestas de sol.